Los S’mores de Yes God Yes

Los S’mores de Yes God Yes

Tiene unos años que nos pasan películas ambientadas en los ochenta y noventa sólo por pegarle a la nostalgia. Y aunque funciona en algunos casos (te amo, IT) resulta súper refrescante ver Yes God Yes (Karen Maine, 2019) y revivir los noventa por su contexto. Los cuarentones como yo recordarán el despertar sexual en los tiempos de AOL, los chat rooms y el «you’ve got mail». Así que hoy les traigo los s’mores de Yes God Yes muy emocionada de recomendarles la cinta.

Acusada en su escuela católica de actos sexuales que ni siquiera conoce, Alice (Natalia Dyer) busca respuestas en el internet noventero y termina mucho más confundida al descubrir la masturbación. Sabiendo que será no sólo juzgada sino también quemada en el fuego eterno, decide acudir a un retiro católico donde sigue sintiendo que es el único bicho raro que se excita viendo Titanic.

La película autobiográfica de Maine resulta enternecedora y cómica, y, como ella misma la describe, «no porno» en la manera en la que aborda el tema. Alice vive en una realidad en la que eres una niña buena o mala, no hay más. Y, a medida que va descubriendo que los demás también tienen secretos, abre los ojos no para rebelarse y volverse la mala del cuento, sino para preguntarse en qué más le han estado mintiendo. Al final, ese lugar tan confuso y poco práctico que era el internet en los noventa también le abre un mundo de posibilidades que sí están padres y nos deja con un chorro de esperanza por ella y una sonrisa interna sobre nosotros mismos.

Los s’mores de Yes God Yes

En el retiro, Alice es castigada limpiando la cafetería y la cocina lo que le da la oportunidad de observar a los que creen que están lejos de los alumnos por breves momentos y ver el lado real de las personas que la juzgan y pretenden guiarla. Y sin embargo la película nunca se vuelve oscura.

Nina (Alisha Boe) le trae un s’more a Alice diciéndole que quemaron los malvaviscos imaginando que eran los pecados capitales, y de que el suyo era la lujuria, recordándole que el chisme sobre ella pende sobre su cabeza y lo que se dice de ella no depende de quien ella sea realmente. El reto del coming to age será más bien dejar de preocuparse por el qué dirán y por quemarse en el infierno cual bombón en la fogata y tomar una posición ante la hipocresía que la rodea.

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