Desde niña aprendí, si no tal cual a cocinar, sí que hacerlo es una forma de comunicarse… A veces estoy enojada y se me quema un pastel, o estoy de buenas y me paro de madrugada a hacer el pan del desayuno, o estoy triste y a fuerza de batir claras se me olvida.
Desde niña aprendí, si no tal cual a cocinar, sí que hacerlo es una forma de comunicarse… A veces estoy enojada y se me quema un pastel, o estoy de buenas y me paro de madrugada a hacer el pan del desayuno, o estoy triste y a fuerza de batir claras se me olvida.
Hace ya años que empecé un blog y me ha enseñado muchísimo. Al principio, pueden leerlo en los primeros posts, mi técnica era bastante torpe. No tenía herramientas ni experiencia. Aunque sí contaba con muchas ganas, no siempre resultaba bien. Además, mis fotos no daban ni tantitas ganas de comerse mis platillos.
Con los años aprendí muchas de esas cosas y más. Sobre todo, he llegado a conocerme a mí misma. Me he aplicado a meditar mientras cocino, a estar aquí y ahora. Ya sé qué me gusta y qué no, conozco mis limitaciones pero también me voy poniendo metas. Una de ellas fue mudarme a esta página, que me abre muchas más puertas y posibilidades.
No soy chef, y las recetas que les doy no son para seguir al pie de la letra, lo que quiero transmitirles es el gusto por experimentar, un escape. Porque si bien en la vida muchas cosas salen mal, en la cocina tenemos el control: si temperas el chocolate, queda brillante; si bates los huevos, espesan; si pierdes la paciencia mientras haces mayonesa, se corta.
Siempre marido mi cocina con historias, ¿o son las anécdotas las que acompaño con recetas? Este es más el diario íntimo de una cocinera y viajera compulsiva que un recetario. Es una botella lanzada al mar con sabrosas cartas para mi familia, cuentos sobre viajes, crónicas de amores fallidos, sueños, ansiedades y por ahí algunos consejos para escalfar huevos.
Así que, si quieren entrarle a esto de la cocina, que les sirva de algo mi experiencia. Lo que puedo aconsejarles es que practiquen, que practiquen y que practiquen. Y que lo disfruten. Y si ya van en serio, que inviertan en las herramientas necesarias y los mejores ingredientes.
Háganse de rutinas y rituales: es la mejor manera de lograr que cocinar se vuelva algo automático. Jueves de gnocchi, diciembre de galletas, domingo de postres, reorganizar la alacena en primavera, ¿qué más se les puede ocurrir?
Y cuando tengan un gran logro, háganme un favor y compartan la receta. ¿De qué sirve que se olviden después? Las recetas al final son fórmulas y como en la ciencia, hay que divulgar nuestros descubrimientos para que lleguen a los demás.
Es la manera que he encontrado de ir más allá que tan sólo compartir el platillo. Algo así como dale a un hombre un pez y comerá pez; dale mil recetas para prepararlo y será feliz. A menos de que no le guste el pescado. O algo así más o menos.
¿Decirlo con flores?
Nel, díganlo con carbohidratos.
GRACIAS POR COMPARTIR
gfnjf